Cada noche, ya casi de manera inconsciente, mi cuerpo gira y reposa sobre un costado, generalmente el que me haga quedar de frente a la pared.
La espalda ligeramente curva, una pierna sobre la otra y las manos casi formando una plegaria.
Espero a que dentro algunos minutos salga aquel par de brazos de entre las sábanas, me proclamen parte de su territorio y me acerquen a la cálida planicie de su pecho que se acomoda a la curvatura de mi espalda.
Y luego duermo, sola, porque como siempre, nada pasa.
3 comentarios:
Ay nena... Calma, paciencia. Cuando menos lo esperes llegarán los brazoz. Es más, todo el cuerpo. hahaha
Te quiero y extraño
hahaha ni cuenta de mi doble zeta...
Quiero pensar... lo peor es que cuando solo quiero eso, un simple abrazo y dormir asi, es cuando ya perdi el piso.
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