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7.11.2005

Origen: el ocio

Una de tantas cosas que permite el ocio es liberar tu mente, llegar quizá a rincones que la vida rutinaria nos impide explorar.
La capacidad de asombro, ‘asombrosamente’, va desapareciendo poco a poco hasta quedar un rastro apenas perceptible de ello, que es, precisamente, cuando llegas a un punto en tu vida donde crees que “a tu edad” ya no puedes aprender gran cosa, te comes el mundo a puños, y tantas maravillas que nos rodean se te hacen simpleza de la vida diaria.

Triste, y muy probablemente, llegará el día en que recuerdes este fin de semana que tanto disfrutaste con tus amigos, reíste a carcajadas hasta sentir ese dolor constante en el estómago que disfrutas plenamente (risas, por una tontería, si así deseas llamarlo) y, precisamente, así nombrarás el mágico momento de ahora en adelante, “una tontería”, hasta sorprenderte a ti mismo preguntándote por qué reías tanto (y acaso si te tomas la molestia en dedicar unos minutos de tu ajetreada vida para preguntártelo).

Crees que aun falta mucho para que todo esto comience a aparecer en tu vida, ¿cierto?
¿Acaso no recuerdas cómo eran las cosas hace apenas algún tiempo? Es verdad, eras pequeño, pero esto no tiene edad. Cómo te detenías a observar aquel animal extraño (nuevo para ti), tan verde, saltarín y pegajoso que atraía más tu atención; o simplemente disfrutar una tarde recostado en el pasto, sin preocuparte por otros seres que ahora (y no entonces) perturbarían tu estancia; observar el cielo y sólo disfrutar: encontrar figuras en las nubes, seguirlas con la vista… ¿lo recuerdas? ¿hace cuánto no lo haces?

Tal vez es tiempo de que desempolves todos esos recuerdos y los vuelvas a la realidad, nuevamente; evitar oxidarte y, felizmente, romper con el gris destino que te escribo.
Ahora, mi siempre querido amigo, todo depende de ti…

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